Las cartucheras de cuatro pisos se quedaron en el tiempo. Qué decir de las biromes de cinco colores. La nueva moda en el aula viene de la mano de un “prip” o un ringtone. El útil preferido de los alumnos es el teléfono celular, que llevan a todos lados. Tanto, que algunas escuelas comenzaron a capitalizar la experiencia móvil a su favor. El Ministerio de Educación bonaerense, inclusive, ya está estudiando modificar la prohibición del uso del celular en el aula, que rige desde 2006, para que se pueda emplear como herramienta de trabajo con fines pedagógicos.
“Para los chicos, el celular es una Victorinox digital”, grafica Yago Alonso, profesor de 22 años de la Orientación Técnicas de la Información y la Comunicación de la ORT. Con la ayuda del dispositivo, los maestros monitorean encuestas en tiempo real que les permiten saber cuán capacitados están sus alumnos frente a determinados temas. El aparato es usado también para evacuar dudas. Para eso, la ORT crea contenidos multimediales que incluyen en un campus virtual donde, además, los alumnos pueden enviar sus dudas. Todas las aplicaciones están a cargo de un centro de recursos integrado por docentes, técnicos y pedagogos.
“Hoy los alumnos son nativos digitales. Desde que arrancan el colegio tienen un celular en su mano. Incluirlos en su enseñanza estimula”, agrega Alonso. Para el docente, esto ubica al colegio en un nuevo estadío: el de ser parte del aprendizaje las 24 horas. En la ORT se integra al móvil en casi todas las materias. En Matemática –por ejemplo– lo usan para sacar fotos y vincularlas con contenidos de área y perímetro; en Ciencias Naturales sirven para toman fotos o grabar videos e incluirlos en un trabajo. De esta manera, las tareas de los chicos ya no quedan atrapadas entre carpetas, hojas y folios. Por el contrario, el celular da paso a una nueva forma de trabajo y permite anexar contenidos multimediales. Así, usar grabadora de video o de sonido para potenciar sus producciones literarias y de Ciencias Naturales ya forma parte de la media de ese colegio.
Las pruebas piloto que se están haciendo en todo el país confirman que el celular despierta interés y provoca un trabajo más activo en el aula. El Instituto Fray Mamerto Esquiú de San Francisco Solano fue pionero. Cuatro profesores crearon un programa ejecutable para enseñar Matemática. La aplicación permite resolver –entre otras operaciones– cómo hallar la descomposición en factores primos de un número natural. “A los chicos los motivó. Las actividades que se hacen son diferentes porque la tarea no queda limitada a un proceso manual; el celular da lugar para reflexionar más sobre un determinado trabajo”, explica Gerardo Mamani, director y creador del proyecto que fue aplicado en los dos últimos años del ciclo Polimodal.
En Misiones también se utilizaron teléfonos inteligentes en una prueba piloto en siete escuelas rurales y peri urbanas. El proyecto –que planea extenderse a un total de 20 escuelas del país– fue impulsado por la Universidad de Stanford con el apoyo tecnológico de Telecom. “Elegimos las tecnologías móviles porque son las herramientas del siglo XXI. Argentina puede ser un modelo a seguir en toda América Latina por su pasión para innovar con tecnología”, reconoce Paul Kim, responsable del programa Seeds of Empowerment y vicedecano de la Escuela de Educación de la Universidad de Stanford. El proyecto –denominado SMILE– es un entorno de Aprendizaje Móvil basado en la indagación. Por cada dispositivo móvil interactúan tres chicos, ya que las investigaciones recientes confirman que se obtienen mejores resultados cognitivos gracias a la interacción entre pares y al trabajo colaborativo que surge de esta dinámica.
“Usarlo fue una grata sorpresa. El trabajo fue colaborativo y la metodología muy interesante porque se pueden crear contenidos a partir de lo que los chicos saben, por lo que la figura del profesor pasa a ser más de auxiliar que de alguien que está dictando contenidos teóricos”, cuenta Hugo Castro, hermano religioso y docente de la Escuela Rural Intercultural Bilingüe Ñu Porá, una institución de 35 alumnos ubicada a 20 kilómetros de las ruinas de San Ignacio. Frente a este nuevo panorama, la escuela se enfrenta a enormes desafíos. “En primer lugar, saber cómo utilizan las pantallas en su cotidianeidad. En segundo lugar, diseñar estrategias para integrar las tecnologías en la enseñanza”, dice Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación y a cargo de la Dirección de Escuela y Medios del Ministerio de Educación. Y agrega: “Lo único que la escuela no puede hacer es ignorar la tecnología, porque eso implica ignorar la cultura juvenil y alejarse cada vez más de los adolescentes”.